Roberto Gonzalez
Un laberinto con mucha historia
La pequeña ciudad de Sligo, de calles estrechas y coloridas, llenas de restaurantes y tiendas, es poco más que una ciudad de paso, por lo menos hoy en día, ya que en el pasado fue lugar de peregrinación y recogimiento de multitud de religiosos y devotos que acudían a la impresionante abadía de Sligo.
Por eso, sólo nos detuvimos, como la mayoría de los visitantes, para conocer la historia que nos regalan sus piedras.
Azotada por varios incendios que redujeron a cenizas anteriores asentamientos religiosos, la actual semiruina se construyó a mediados del siglo XIII y hasta la llegada de los ingleses en el siglo XVII que la destruyeron casi por completo junto con el resto de la ciudad, estuvo funcionando a pleno rendimiento religioso y cultural.
Tras pasar por la recepción que de nuevo cuenta con un folleto informativo muy completo en castellano, vamos recorriendo cada una de las dependencias del antiguo monasterio e iglesia en un viaje al pasado en el que no hace falta esforzar la imaginación para tener una idea muy clara de lo que en sus tiempos tuvo que ser este cenobio irlandés.
Enormes paredes que se resisten a caer, ayudadas por el constante cuidado de la OPW (Oficina de Trabajos Públicos), preciosas piezas de ornamentación escultórica, nichos sepulcrales y sobre todo un precioso claustro que se conserva perfectamente y que constituye el corazón de la abadía nos van metiendo de lleno en un lugar que también tiene sus leyendas.
Como la que nos lleva a buscar en el suelo de uno de los pasadizos cerca de los claustros una losa de tumba con el nombre "James".
Nadie parece saber quién era James, pero saben que la losa fue mandada a colocar por su madre. Lo curioso es que sólo queda eso, su nombre, porque el resto de la inscripción que recogía sus datos fue borrada a golpes de cincel. Los lugareños creen que James debió haber sido un personajes de cierta importancia que cayó en la desgracia y perdió el favor de algún señor del lugar, que inmediatamente después de su muerte quiso que desapareciera totalmente de los registros de la historia.
Otro hecho curioso lo encontramos en el centro de visitantes. Expuesto a todo el que quiera verlo, contiene una copia de un documento poco conocido, el diario de Charlotte Thornley, madre de Bram Stoker, autor de la archiconocida novela "Drácula".
Los dos vivían en la ciudad de Sligo durante la epidemia de cólera de 1832. En el diario, Charlotte describe la situación desesperada en la que"los vivos luchaban para enterrar a los muertos" ya que las víctimas eran tan numerosas que había que dar sepultura a los cadáveres amontonándolos unos encima de otros hasta formar pilas de hasta 10 cuerpos en un mismo hoyo e incluso llegó un momento en el que por falta de sitio en tierra sagrada las víctimas se acumularon en el espacio del altar mayor de tal manera que era imposible entrar a la iglesia sin pisarlos.
Leyendas, piedras centenarias y sobre todo un lugar encantador y al mismo tiempo sobrecogedor. Imprescindible.
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