Machu Picchu

Hasta Hidroeléctrica se tardan unas 3 horas y media desde Cuzco. Una vez llegados a Hidroeléctrica hay que entregarle a nuestro guía asignado por la agencia el Pasaporte o el documento nacional de identidad para que este pueda sacar la entrada para acceder a este. Muy importante: Quedar con el guía asignado en un lugar (principalmente la plaza principal del Pueblo)(adjunto foto) y hora para poder recuperar nuestros Pasaportes o Documento Nacional de Identidad antes de entregárselo. Una vez hecho esto, hay que iniciar una caminata de 2 horas y media o 3 para llegar hasta Aguascalientes. Desde allí, se sale al día siguiente a las 5 de la mañana para poder estar en la entrada a las 6 de la mañana donde en caso de contratar un guía, nos estará esperando para poder iniciar la visita. Madrugar es lo mas recomendable para poder ver Machupicchu con tranquilidad ya que a partir de las 9 de la mañana se llena de turistas y se hace mas complicado visitarlo de manera tranquila.

Tan simple como lo muestra su fotografía, lamentablemente yo solo pude ver eso, la imagen de la fotografiar que añore tomar por dos años y no logre conectarme con su entorno cuando estuve allí, lamentablemente no sentí nada especial, pero que tiene de especial un lugar que es visitado por 4 mil personas a diario, el cual yo solo era una mas en esa cifra, tal vez sentí que no tenia nada para descubrir, todo lo escuche, todo lo vi antes de llegar, entonces nada hay para asombrar, pero por fin tome la foto que quería y encontré que me encanta la fotografía, pero mis experiencias no son las de todos y tal vez ustedes vean mas que yo.

Se abrían infinitos senderos; caminé hacia arriba y subí hasta el último andén. Allí me senté. Como yo, había varios que esperaban en silencio el despertar del día. Cómo explicar la sensación. Desaparecieron las últimas estrellas y el cielo se puso violeta, luego azul. Aunque todavía estábamos en penumbras, las golondrinas ya revoloteaban rozando los andenes más altos. Se escucharon más pájaros, sonidos que subían desde la espesura, y hacia el este el filo de las montañas se puso primero rojo fuego, luego amarillo dorado. El sol se elevó, la cumbre del Wuayna Picchu se iluminó.
Lo más fácil en ese momento era esconder la mirada y la emoción detrás de una cámara de fotos, disparar a cuatro manos con la excusa de no perder el increíble instante, pero ni eso pude hacer; es que veía todo difuso porque no podía parar de lagrimear. Supongo que a muchos les habrá pasado lo mismo, algo más o algo menos, pero lo cierto es que todos los que estábamos allá arriba comulgábamos un mismo pan.
El cielo clareó, los rayos del sol entraron de lleno en la ciudad sagrada, mientras las montañas lejanas desaparecían en una bruma lechosa. No había ni una sola nube, tampoco había rocío. En las alturas el día sería perfecto. No sé cuánto tiempo permanecí inmóvil, hipnotizada por lo que veía. En un momento me dio hambre y me comí unas bananas que me había traído en la mochila. Luego me quedé dormida.
Al mediodía volví a Aguas Calientes. Ya eran las 3 cuando me senté en un restaurante donde compartí mesa y enormes pizzas con varios que como yo acababan de bajar. Eran franceses y yo apenas balbuceo el francés, pero en ese momento nada importaba, nos unía algo mucho más fuerte que el idioma: El haber visto el sol nacer sobre Machu Picchu.