Una mañana con los “Mangati”, los “fieros enemigos” de los Massai
Los Datoga tienen en tan alta estima su propia condición humana que su etnónimo viene a significar literalmente “los hombres” y quizá este hecho explique en cierta medida su avanzado grado de aislamiento, su escasa alfabetización, su desconocimiento – casi total- del idioma oficial del país - el swahili- , las reducidas relaciones que mantienen con sus vecinos los Hazda, los Watindiga o los Iraqw y, sobre todo, su alto grado de introspección que les lleva a considerar como seres inferiores a los miembros de los grupos étnicos que les rodean.
Tras librar cruentos enfrentamientos con los Massai, los Datoga fueron expulsados de las fértiles tierras del Ngorongoro y hubieron de buscar cobijo en los bosques cercanos al Lago Eyasi, “los hombres” vendieron cara su derrota e hicieron gala de una terrible ferocidad de manera que, transcurridos más de 200 años, los vencedores de aquella batalla continúan conociendo al pueblo Datoga como los “Mangati”, “los enemigos”, y cuando en una boma Massai se cantan viejas leyendas junto al fuego, nunca falta una referencia a estos hechos….
Las aldeas Datoga resultan hospitalarias y distan mucho de ofrecer un ambiente tosco u hostil hacia el visitante, será por aquello de que somos turistas y nuestra presencia aporta unos ingresos extra a la exigua economía del poblado, será porque únicamente nos reciben niños, mujeres y ancianos ya que el orgullo de los guerreros Datoga parece incitarles a ausentarse con el ganado y así evitar tener que atender a los molestos y paliduchos extranjeros, sea por lo que fuere los habitantes de la aldea parecen abandonar con gusto sus rutinarios quehaceres para dedicarnos su tiempo y satisfacer nuestra curiosidad…
Las mujeres Datoga llaman poderosamente la atención, destacan por sus bellos y altivos rostros que decoran con profundas escarificaciones alrededor de los ojos y por las amplias dilataciones lobulares que estilizan sus orejas. Pulseras, collares, pendientes y grandes gargantillas de latón que ellos mismos fabrican decoran sus cuellos, orejas y muñecas ensalzando su belleza y delatando una coquetería mal disimulada.
Cubren sus esbeltos cuerpos con recias vestimentas de una tonalidad marrón que parece inspirarse en la coloración del terreno en el cual viven, terreno del que extraen con sumo esfuerzo maíz, frijoles y judías, que junto a la carne y la leche componen la dieta básica de este pueblo.
Son ellas las encargadas de cuidar de los cultivos (maíz, mijo y judías), recoger las cosechas, elaborar la comida diariamente, proveer de agua al poblado, cuidar de una extensa prole, construir las viviendas e incluso, ocasionalmente, han de colaborar con los hombres en el cuidado del ganado y , por supuesto, deben compartir lecho, favores y vivienda con el resto de esposas del marido (los Datoga son polígamos). El reparto de tareas, una vez más, como casi siempre, no parece demasiado equitativo….
Los hombres, según nos cuentan sus mujeres, protegen el poblado de posibles ataques externos, cuidan del ganado, compuesto fundamentalmente por vacas , cabras y burros, algunos se dedican a la metalurgia destacando en la fabricación de puntas de flecha y otros utensilios de metal que intercambian tanto con sus vecinos los Hazda como con sus ancestrales enemigos los Massai.
Amantes de los fastos de amplia duración, organizan bodas que se extienden durante semanas, festejos en los que se consume carne, se baila y se bebe un licor hecho de miel – bastante rico por cierto-, a la hora de honrar a sus muertos los Datoga bailan sobre la tumba del difunto en largas ceremonias rituales y guardan duelo durante un prolongado periodo de tiempo….
Los Datoga un pueblo orgulloso de costumbres ancestrales en vía de transformación…¿o no?
