Bagà

La pequeña villa de Bagà es una de esas joyas escondidas de la provincia de Barcelona que tienes la suerte de encontrar de golpe, sin que nadie te lo recomiende y sientes que has llegado a un lugar donde el tiempo se paró hace muchos años.

Barcelona no es solo la gran ciudad, sino todo un conjunto de bellos pueblos que se reparten por las diferentes comarcas que configuran la provincia. Me encanta coger el coche y perderme haciendo rutas por esta maravillosa provincia que retiene un potente carácter medieval, histórico, cultural, gastronòmico y festivo.

Cuando uno llega a Bagà no espera encontrarse con la belleza de sus retorcidas y mediavales calles, ni con el encanto perdido de sus palacios de dura piedra, ni con la belleza de sus alrededores, ya que nos encontramos en las puertas de uno de los parques naturales más espectaculares e importantes de Cataluña: El Cadí-Moixeró.

No he querido poner en el título de mi opinión una afirmación... porque en la comarca barcelonesa del Berguedá hay tantos pueblos y rincones bellos que dar ese título a uno en concreto es un poco arriesgado. Aún así, no se puede negar la evidencia: Bagá es uno de esos pueblos bonitos, de esos en los que las calles lucen cuidadas, las plazas tienen pequeños detalles que las hacen especiales y hasta un sencillo puente tiene un enclave tan perfecto que pasa a ser el lugar más fotografiado de la ciudad.

Aunque al dejar el coche en un parking cercano al casco histórico no vi nada especial, bastó comenzar a caminar hacia el centro de la ciudad para ir descubriendo uno tras otros esos lugares que en conjunto hacen de Bagá un lugar hermoso.

Lejos de la masificación de otros rincones de Cataluña, Baga transmite calma, el tiempo se detiene, menos para los pequeños que no pararon de chapotear

Es una construcción que fue premiada. Es la subida al Palau de Bagà.

Mirador del Orris.