Fernando Almenar
Volare
Aún estábamos intentando controlar nuestras bicicletas en permanente estado de fatiga, cuando un conocido nos sugirió que fuéramos a un curso de control de pilotaje que impartía un amigo suyo en Ayguesvives.
Lo pasareís genial -nos dijo.
Allí nos presentamos.
Cuando llegamos, nos dimos cuenta de que, aparte de nosotros y los profesores, los alumnos eran niños. Y las bicis por cierto ¡no llevaban sillín!
De la mano de Florian primero comenzamos por algo fácil. Mantener el equilibrio. Si muchas veces no mantenemos el equilibrio estando de pie, imaginaos sobre dos ruedas.
Pues después de quince minutos éramos capaces de hacerlo. Impresionante.
Nuestro segundo peldaño era guiar nuestra bicicleta por el recorrido que el monitor nos marcaba, siempre con las miradas y las risas de los niños acompañándonos.
Alguna caída pero poco seria, llevábamos mucha protección, parecíamos Biciclator.
Y llegó el momento de nuestro bautismo. Teníamos que coger unos veinticinco metros de carrera, pedalear con fuerza, y con la ayuda de una rampa saltar encima de un colchón de aire.
Que tu primero. Que yo no me atrevo. Pasa delante. No hazlo tú.
Que felices que nos sentimos cuando el profesor nos dijo:
-Ale, sentaos en la caseta y tomaros algo mientras los niños se exhiben ante vosotros.
La verdad que nos reímos mucho y lo pasamos muy bien.
Pero volar, ya volaremos en otro momento.
Alguna caída pero poco seria, llevábamos mucha protección, parecíamos Biciclator.
Y llegó el momento de nuestro bautismo. Teníamos que coger unos veinticinco metros de carrera, pedalear con fuerza, y con la ayuda de una rampa saltar encima de un colchón de aire.
Que tu primero. Que yo no me atrevo. Pasa delante. No hazlo tú.
Que felices que nos sentimos cuando el profesor nos dijo:
-Ale, sentaos en la caseta y tomaros algo mientras los niños se exhiben ante vosotros.
La verdad que nos reímos mucho y lo pasamos muy bien.
Pero volar, ya volaremos en otro momento.
Leer más



+7