Alfonso Navarro Táppero
Con las primeras luces del alba las...
Con las primeras luces del alba las calles de Bamako se llenan de vida, abandonan el aspecto fantasmal, solitario y triste en el que se sumen cuando se oculta el sol y el bullicio ensordecedor de cientos de motocicletas, pequeñas furgonetas y destartalados automóviles inunda las grandes avenidas dando la bienvenida a un nuevo día.
El paisaje urbano de la capital es encantadoramente caótico, vehículos a motor, peatones y vehículos de tracción animal compiten por llegar indemnes a su destino esquivándose entre ellos con gran pericia, este intenso tráfico provoca que se eleve a la densa atmósfera de Bamako un fino polvillo rojo que procede de las mismas calles en su mayoría sin asfaltar.
Al igual que el polvo rojo, los charcos son una constante en las calles de la capital, charcos que se forman con los vertidos de las alcantarillas no soterradas mezclados con los aceites de los vehículos a motor, con los orines de los animales y por supuesto con el agua de lluvia.
Sin embargo la ciudad resulta atractiva, los tocados multicolores de hombres y sobre todo mujeres irradian optimismo, alegría, ganas de vivir, lo cual no deja de ser curioso en una sociedad en la que la esperanza de vida no alcanza los 45 años.
Niños y niñas famélicos y desnutridos, vestidos con harapos inundan las calles de la capital buscando fortuna con la venta de “cachivaches” aparentemente inútiles o mendigando a los turistas. Sin embargo en sus rostros se dibuja una sonrisa tan franca y desprenden una aparente felicidad tan incomprensible para nuestra mentalidad occidental que es imposible no pararse a juguetear con ellos aunque sólo sea por unos instantes.
De los cientos de tenderetes que se levantan por doquier y sin orden aparente en las calles de la capital emanan mil aromas y fragancias diferentes, siempre mantendré que África huele de una manera muy especial y la capital de Mali no iba a ser una excepción, las calles de Bamako parecen serpientes multicolores debido a los llamativos vestidos que lucen sus habitantes, las calles de Bamako suenan a música, la que provoca el tráfico y la que se origina en los callejones en los que aquí y allá se celebra alguna pequeña fiesta que siempre irá acompañada por el son de pegadizas melodías. Todavía recuerdo con cariño la celebración en la que nos vimos envueltos de manera espontánea, se trataba de una boda cuyo desenlace estaba teniendo lugar en plena calle, música, alegría y belleza inundaban el callejón y hacían olvidar la suciedad y pobreza que nos rodeaba.
La ciudad de Bamako es un gran bazar en el que cada habitante parece ser un mercader y parece tener algo que vender, la ciudad de Bamako es vida en uno de los países más pobres del planeta.
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