Hacía años que no volvía por las calles an...
Hacía años que no volvía por las calles angostas de esta tranquila ciudad castellana. A pesar del sempiterno frío que la ha hecho legendaria, me adhiero a uno de sus lemas que rezan aquello de "Burgos no te dejará frío".
Camino sobre el empedrado de estas calles, que guardan los secretos de un pasado que se me antoja sombrío, y descubro más bien lo contrario: Cada uno de esos cantos rodados son un espejo en el que, al mirarme, me reflejo inmersa en una historia perdida. Aquí la Iglesia de San Nicolás, donde visualizo la mano ágil del tallador, allí el Monasterio de las Huelgas, donde la abadesa ostentaba un poder inverosímil para una mujer medieval, más allá descubro la Iglesia de Santa Agueda, me siento al lado del Cid justo antes de su destierro y dudo de la buena fe del rey castellano. Un nuevo sendero de cantos rodados me llevan por la calle Embajadores ante la famosa Catedral, donde descubro a cientos de hombres colgados de sus agujas, diseñando cada una de las miles de figuras que la adornan.
Empiezo a entender que el pasado no está perdido, sino bien guardado, y al caminar sobre él y mirar a mi alrededor se van encendiendo, como pequeñas luces de fiesta, las visiones de lo que un día fueron los García, los Hernández y los Martínez. Sigo caminando por la calle de Fernán González, que atraviesa de Este a Oeste la ciudad en su afán por conducir a los peregrinos a Santiago. Aquí encuentro la convivencia del pasado y el presente: Multitud de bares de dimensiones reducidas, a los que aquí dan un nombre más glamuroso por anglosajón ("pubs"), se han abierto un espacio entre los cimientos seculares de los palacios renacentistas.
Es entre estos edificios antiguos donde, siempre al amparo de estas calles empedradas, se reúnen los sonámbulos al anochecer. Antes de irme a dormir y abandonar estas calles hasta mi próxima visita, decido tomarme una copa y pensar en mi siguiente viaje.
Un año más tarde vuelvo a pasear por las calles empedradas de Burgos aprovechando una gran nevada y aprovecho para fotografiarlas con la blancura de la nieve posada en cada uno de sus rincones. Una visita al casco viejo de Burgos en pleno invierno y un paseo por las calles situadas en la parte más alta, de camino al Castillo, nos revela toda la belleza y simplicidad de las capitales castellanas.


