El legado de nuestros antepasados.
Desde que vi la película “En busca del fuego”, allá cuando yo no llegaría ni al metro y medio de altura, surgió en mí una curiosidad por lo antepasado. Siempre me ha gustado comerme la cabeza pensando en que hubo una época que se vivía en las cavernas. Por eso cuando anduve en la zona de las Batuecas y me enteré que había algunas pinturas rupestres cercanas, no lo dudé y lo añadí a los planes que teníamos en mente aquel fin de semana.
La verdad que más que las pinturas, lo bonito también es el paseo hasta llegar al canchal de las cabras pintadas, a través de pasarelas de madera y posteriormente un camino señalizado en los árboles que discurre junto al cauce del río Batuecas. Aunque se trata de una de las pinturas rupestres más importantes de la comarca, no se aprecian con tanta nitidez como lo pueda hacer otras dibujadas en el interior de cuevas. Estas están a la intemperie, protegidas tan solo por una valla y expuestas a los vaivenes climatológicos y la poca sensibilidad humana de algún necio, pero aún se pueden ver las cabras pintadas sobre la roca con cierta tonalidad roja y poder despertar la imaginación pensando que en ese mismo lugar en el que estás, hubo un tiempo hace miles de años, que una persona, seguramente una familia, convivían juntos en este canchal y dejaron su legado que ha llegado milagrosamente hasta nuestros días.