La luz del norte
No se puede decir que se ha conocido Menorca en su totalidad o casi, sin haber visitado el faro de Cap de Cavalleria. ¿Y por qué digo esto? Muy sencillo, porque para llegar a él hay que pasar afortunadamente por un paisaje rural que condensa la esencia del campo menorquín.
Frondosos montes ondulados formados por pinos y acebuches (sinceramente no me esperaba una isla tan boscosa), prados infinitos salpicados por llocs (caseríos), verjas y barreras que delimitan propiedades y que hay que abrir y cerrar de nuevo (importante) y ovejas que pastan a sus anchas será nuestros compañeros de viaje hasta llegar al faro.
![](https://images.mnstatic.com/69/f2/69f206c7358ffb473e7d2634350ec975.jpg?quality=75&format=png&fit=crop&width=65&height=65&aspect_ratio=65%3A65)
![](https://images.mnstatic.com/af/06/af06261a21bf932a1d51fa6860d8cbb1.jpg?quality=75&format=png&fit=crop&width=65&height=65&aspect_ratio=65%3A65)
![](https://images.mnstatic.com/37/00/37007aad4f04602f1625575a82c2bfca.jpg?quality=75&format=png&fit=crop&width=65&height=65&aspect_ratio=65%3A65)