Su origen es de época islámica.
Durante un tiempo fue convento franciscano hasta su abandono en 1835. Se descubrió en una de sus dependencias que se venía acuñando moneda falsa, con lo que se destruyó la leyenda de que estaba embrujado. El diplomático Eduard Toda lo compró en 1908 para restaurarlo y convertirlo en su residencia. Desde 1983 es propiedad de las autoridades catalanas. Encima del monasterio se encuentra la ermita de Santa Bárbara desde la que se puede disfrutar de una extraordinaria vista.