Arantxa Ros
Castillo de Quermançó y su leyenda
De camino a Llançà, disfrutando de un paisaje que no se puede aguantar de bonito, variado y entretenido, dentro de la provincia de Girona, entre risas y confidencias, con mi amiga Montse Ferrer, guía de excepción y mejor compañía, descubren mis ojos el Castillo de Quermançò.
Desde la ventana del coche intento, con poca suerte, sacar fotos ( culpa también de mi #htcepicfailmodel), pero lo que si consigo es que Montse comparta conmigo la leyenda que envuelve este castillo.
Se dice que la condesa de Molins quedó fascinada el día que su cocinero le sirvió un plato de tuétano en el castillo, le gustó tanto el plato que exigió comer gran cantidad del mismo a diario, pese a la advertencia del cocinero de que dicho manjar tenía un coste muy elevado.
La condesa, caprichosa, no cede y exige ser obedecida.
Pasado un tiempo, el cocinero del castillo no puede hacer frente a la compra del tuétano y la condesa comienza a vender, cortinas, muebles, cuadros, etc... para costear tan deseao ingrediente, pero llegan a un punto en el que no queda ya nada que vender.
Es entonces cuando la condesa de Molins recuerda haber oído que en los cimientos del castillo se encontraba escondida una cabra de oro, así que pone a sus soldados a buscarla , comenzando estos a destruir el castillo en el empeño.
La cabra no aparecía y los soldados y otros trabajadores de la condesa empezaron a abandonarla al no recibir ya salario alguno.
Ya con el castillo derruído y sola, la condesa empieza a vagar por el Ampurdán.
Cierto día unos payeses caritativos le ofrecen pan con nueces a la hambrienta condesa y esta lo encuentra un bocado exquisito.
Dice la leyenda que durante los días de tramontana, se escucha a la condesa de Molins lamentarse "si hubiera sabido que el pan con nueces era tan delicioso sería aún la dueña del castillo de Quermançó", mientras vaga por el Ampurdán.
Pasado un tiempo, el cocinero del castillo no puede hacer frente a la compra del tuétano y la condesa comienza a vender, cortinas, muebles, cuadros, etc... para costear tan deseao ingrediente, pero llegan a un punto en el que no queda ya nada que vender.
Es entonces cuando la condesa de Molins recuerda haber oído que en los cimientos del castillo se encontraba escondida una cabra de oro, así que pone a sus soldados a buscarla , comenzando estos a destruir el castillo en el empeño.
La cabra no aparecía y los soldados y otros trabajadores de la condesa empezaron a abandonarla al no recibir ya salario alguno.
Ya con el castillo derruído y sola, la condesa empieza a vagar por el Ampurdán.
Cierto día unos payeses caritativos le ofrecen pan con nueces a la hambrienta condesa y esta lo encuentra un bocado exquisito.
Dice la leyenda que durante los días de tramontana, se escucha a la condesa de Molins lamentarse "si hubiera sabido que el pan con nueces era tan delicioso sería aún la dueña del castillo de Quermançó", mientras vaga por el Ampurdán.
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