Catedral de San Esteban
Que la Catedral de San Esteban es el centro y corazón de Viena, nadie lo pone en duda.
Y es que además es evidente. No sólo por su situación, que la hace parecer génesis de la ciudad, de donde parece haber surgido cada ladrillo y cada piedra que vemos, sino que los reyes y emperadores se encargaron de darle más importacia aún, si cabe, regalándole la fama junto con las urnas que contienen sus restos y que están en el Altar Mayor.
Y es que la catedral es antigua, o por lo menos la gran portada de los Gigantes y las torres de los Paganos, del siglo XIII. Lo demás también lo es, pero menos, ya que los añadidos alcanzan hasta el barroco de la sacristía inferior.
Al entrar, varios puntos llamaron mi atención.
La Catedral impresiona no tanto la altura como la profundidad de la construcción. Eso si, es el marco perfecto para joyas como el púlpito de Pilgram, de exquisita filigrana, el cristo que se esconde en una pequeña capilla y que según cuenta la leyenda, tiene una barba de pelo humano que aún sigue creciendo, el maravilloso Altar policromado Wiener Neustärted con escenas de la vida de Jesús, el Cristo del Dolor de Muelas, que así se llama un busto de un Ecce Homo con un sufrimiento infinito....
Tampoco podemos olvidarnos de acercar nuestros pasos al órgano y ver, a su lado un autoretrato en piedra del escultor Pilgrim, como saliendo de la pared y antes de dejar atrás el templo, recordar los primeros enterramientos que se realizaron en el lugar y cuyas lápidas forman parte del edificio.


