La gran abadía
Conocida mundialmente por ser el panteón de los monarcas ingleses, sede de sus coronaciones y otros actos de gran boato, dentro de sus recios muros pueden contemplarse algunos de los mejores ejemplos de la arquitectura medieval londinense. Hay que ir con cuidado, porque por todas partes, ya sea en el suelo, en las paredes o en las columnas hay mausoleos y tumbas de personajes famosos y héroes nacionales británicos.
Pero empecemos desde fuera, porque según nos vamos acercando a ella, nuestra atención se ve literalmente absorbida por las preciosas torres gemelas que flanquean su entrada oeste ( no entraremos por ahí porque está reservada a actos oficiales) y a los delicados pero potentes arbotantes que se reparten el peso de la nave que se eleva hasta los 31 metros de altura y que es la más alta de Inglaterra. Para poder contemplar y darnos cuenta de la grandiosidad del templo debemos situarnos en el principio de la nave y tendremos una vista espectacular.
Según vayamos caminando descubriremos los tesoros de la catedral, desde la Capilla de San Eduardo, donde se guarda celosamente el trono de la coronación y el sepulcro del casi sagrado Eduardo el Confesor, pasando por la bellísima capilla de Enrique VII donde entraremos en éxtasis contemplando su bóveda, la magnífica sala capitular con su única columna que sustenta la ligera y hermosa techumbre, hasta llegar al Rincón de los Poetas, donde yacen enterrados escritores de la talla de Charles Dickens, William Shakespeare, Geoffrey Chaucer o Samuel Johnson.
No debemos olvidarnos de acercarnos a tumba de Isaac Newton, llena de simbolismo y misterio, la sencilla lápida en el suelo de Darwin y por supuesto recorrer un tramo del claustro, que unía la abadía con las otras dependencias.
Historia, realeza y religión se unen en este espacio único al que recomiendo dedicar al menos tres horas. Puedo asegurarles que las merece.