Una noche en el cementerio
El Cementerio de Torrero, en concreto su parte antigua, es una joya del patrimonio zaragozano. Los mismos arquitectos que trabajaban en aquella ciudad de 1900 en plena expansión construyendo casas, fábricas... hacían también los panteones de aquellas familias ricas, que querían destacar en la vida y también en la muerte. En la foto, por ejemplo, se ve la espectacular tumba de la familia Aladrén, propietaria de una magnífica joyería en la Calle Alfonso I (convertida hoy en un café de lo más singular, pues ha conservado gran parte de la decoración de aquella época del paso del siglo XIX al XX).
La gente de Gozarte hace una visita nocturna (farol en mano) para conocer algunas de las historias de este lugar tan singular. No se trata de pasar miedo, ni mucho menos, sino de descubrir qué pasa en un cementerio cuando se cierra la puerta. ¿Tenía razón Bécquer, cuando decía aquello de "que solos se quedan los muertos"? ¿O más bien tenía razón Mecano, cuando cantaba que "No es serio este cementerio"? Si queréis más información sobre estas visitas no tenéis más que pinchar aquí: 'https://bit.ly/nxtyfs' Y si sois un grupo, tanto de escolares como de adultos, y estáis interesados, poneros en contacto con nosotros en el 976207363 porque podemos organizar la ruta cuando queráis.Y si queréis saber qué tenemos programado para las próximas semanas entrad en 'https://www.gozarte.net' o en nuestro perfil de facebook:'https://www.facebook.com/gozarte'
Uno de los rincones más emocionantes de Zaragoza es una humilde tapia de ladrillo llena de balazos. Nada hay en ella de monumental, pero es un lugar mucho más que especial, pues vio los fusilamientos de miles de personas durante la Guerra Civil y los años de la posguerra. Lo mismo pasó en muchas otras ciudades, pero en Zaragoza con una diferencia: la persona que confesó a muchos de ellos era un capuchino, Gumersindo de Estella, que al no poder rebelarse de otra manera escribió todo lo que vivió. Hoy está publicado, y pone los pelos de punta.