Diversión en la pequeña China
Antes de sumergirnos en el bullicio del Año Nuevo Chino, me gustaría aportar unos datos que hablan sobre el curioso origen de este particular enclave londinense, que presenta su estado actual desde 1950.
Puede parecer poco, pero su origen se remonta al siglo XVIII, cuando la East India Company empleó a miles de marineros chinos; la mayoría se iban y venían en los frecuentes viajes, pero un pequeño número de ellos eligió abandonar sus naves e instalarse en los muelles del Limehouse.
En 1914, había unos cien chinos dirigiendo unas 30 empresas, en su mayoría pequeñas tiendas y restaurantes atendidas por marineros chinos que apenas les producían ganancias. Sin embargo, un nuevo fenómeno iba a darle la vuelta a esta situación. Los soldados británicos que habían regresado del lejano Oriente, traían con ellos un gran apetito por la comida china. Algunos avispados establecieron sus negocios en Gerard Street en el West End, una calle que tenía ya forjada una reputación por su interesante cocina de estilo europeo en Londres. La popularidad de los nuevos establecimientos atrajo a empresarios chinos desde su país de origen, y el barrio chino de hoy vio la luz definitiva.
Todo comienza a las 10 de la mañana, cuando un desfile, un poco descafeinado para mi gusto y con integrantes occidentales que lo descafeinaron más aún, parte desde Trafalgar Square y llega a las famosas puertas de Chinatown. Mientras se desarrolla, en esa misma plaza, y sobre un escenario enorme se suceden las actuaciones: acrobacias, bailes tradicionales y la famosa danza del León donde los artistas desafían la gravedad en altísimos postes.
Para finalizar, hay una segunda etapa en Shaftesbury Avenue, que acoge actuaciones de artistas locales y una especie de Operación Triunfo de Chinatown.
El área era un hervidero de actividad, con puestos de artesanía tradicional y de comida, médicos que sacan sus consultas a la calle, y bolitas de pólvora que inocentemente estallan contra el suelo y te crispan tus calmados nervios de viajero.
En fin, con sus más y sus menos, no deja de ser una mañana interesante, además sólo ocurre una vez al año...
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