Y el naranja impone su ley...
Uno de los claustros más sorprendentes que he tenido la oportunidad de visitar. Diferente, bello, único. Considerado uno de los mejores de su estilo, y donde destaca, además de los arcos orientales, el exquisito templete de corte mudéjar que se ubica en su centro.
El templete recuerda a alguna construcción de las mil y una noches más que a una obra religiosa cristiana. Con azulejos de manises y un enladrillado de filigranas que te deja muda nada más entrar en el claustro. El juego de cruces con azulejos relucientes, ladrillo, gótico y mudéjar es de los más bonitos que he visto.
Dos plantas asimétricas recorren el claustro y lo llenan de arcos arabeizantes, mudéjares, con el ladrillo como protagonista y el color naranja como estrella, lo que hace que dependiendo de la luz del sol, te creas que has llegado al mismo paraiso ;-). No imaginais la felicidad que entra en este lugar, además, si no hay muchos visitantes, la quietud, la belleza y el sonido de los pàjaros hacen que caigas casi en un sueño eterno. Y el precioso jardín, ayuda a todo ello.