Un pueblo místico dentro de la ciudad
Si existe un lugar en la Ciudad de México en el cual nos podemos perder en el tiempo es Coyoacán. A pesar de que se encuentra rodeada de grandes avenidas, al llegar a este barrio tan tradicional nos alejamos de las prisas y el ruido propio de una metrópoli.
Coyoacán me recibió una mañana de enero con un sol radiante lo cual me animó a pasear por sus calles y visitar sus hermosas plazas. Al observar a la gente que atraviesa por el Jardín de los Coyotes noté que disfrutan hacerlo a pesar de que vayan a iniciar sus labores y así me encaminé hacia los Arcos del antiguo atrio de la Iglesia de San Juan Bautista, desde donde pude iniciar una caminata a lo largo de la avenida Francisco Sosa en donde cada casa, cada puerta, cada rincón y cada callejón son una sorpresa tras otra. Varios nombres ha llevado esta calle desde Camino Real, Paseo de las Damas ( porque en ella desfilaban las chicas buscando galán), Avenida Juárez hasta su nombre actual. Al regresar a la Iglesia de San Juan Bautista decidí entrar en ella, no es la primera vez que la visito pero en cada ocasión me provoca nuevos sentimientos. A pesar de ser una de las primeras iglesias construidas en América, por los misioneros españoles en el siglo XVI, su belleza es impactante; los retablos, las pinturas y la luz del sol que penetra por los vitrales a esa hora de la mañana. No podía irme de ese lugar sin visitar el Convento, en cuyo patio encontré árboles de naranjo, rosales, pinos en extraña mezcla con las palmeras.
Para continuar con mi recorrido seguí por la calle de la Higuera hacia la Plaza de la Conchita. Al caminar por ella pude observar a algunos de los habitantes limpiando las entradas de sus casas y a los dueños de los comercios abriendo sus locales, todos ellos mostraban en sus rostros el orgullo de vivir en este lugar.
Llegando a la plaza de la Conchita me sentí transportada en el tiempo pues al sentarme en las bancas de piedra color rojizo, pude contemplar la pequeña capilla color marfil, la cual cuenta la historia fue construida como un regalo de Hernán Cortés para su amante, Doña Marina conocida como “ La Malinche”. La cruz de piedra que se encuentra en el medio del jardín le da un aire de misticismo que me provocó a la meditación…..actividad que los Padres Camilos desarrollaron en el siglo XVII en su Convento- Posada, el cual se encuentra al lado sur de esta plaza.


