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Djerba

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2 opiniones sobre Djerba

Cuentan que la tripulación del gran ...

Cuentan que la tripulación del gran viajero Ulises quiso quedarse para siempre en Djerba, hechizada por haber comido unos lotos mágicos que crecían en sus costas. Los lotos encantados –como las mujeres hermosas, o el buen vino- sólo pueden criarse en un lugar de espectacular belleza, así que desde Mahdia (250 kilómetros hacia el norte) me vine aquí. Tardé 8 horas, e hice el viaje en 2 louages (taxis compartidos), las dos veces acompañada sólo por hombres.
Ocho hombres en silencio y yo, sentada, por suerte, contra una de las ventanas. A diferencia de lo que se pueda pensar, me sentí protegida. Los tunecinos son increíblemente amables con los extranjeros (supongo que mucho más con las extranjeras) y suelen están pendientes de cualquier cosa que puedas necesitar. Durante los dos trayectos en louage me preguntaron cada tanto si no me molestaba el viento, si no quería poner mi mochila en un hueco en el suelo, si no tenía mucho calor. Algunos intentaban, de vez en cuando, explicarme lo que veía por la ventana. No se veía mucho, en realidad, porque camino al sur, Túnez es cada vez más árido, amarillento, sólo sembrado por viejísimos olivos. También, a medida que avanzábamos, la pobreza y la suciedad se hicieron más y más dolorosas. Al costado del camino aparecieron muchos puestos con bidones de agua. Sí, aquí el agua es un tesoro, se trae de lejos y la gente la tiene que comprar y acarrear hasta sus casas.

El paisaje se tornó tan monótono que me quedé dormida. Me desperté justo antes de que el loauge subiera al ferry que cruza a Djerba. Qué placer, otra vez el mar.

La isla resultó ser muy distinta a todo lo que he visto de Túnez: Un mini mundo aparte donde todavía quedan judíos muy ortodoxos descendientes de los que emigraron de Andalucía en el siglo XV. Según leí, mezclado con el árabe todavía usan unas pocas palabras españolas muy antiguas que en la Península están en completo desuso. Me instalé en el pueblo más importante de Djerba: Houmt Souq. Luego de dejar mis cosas en un hotelito precioso, salí en busca de los lotos. Era la tarde, olía a jazmines y el viento arremolinaba las flores caídas de las buganvillas. Por supuesto no encontré ninguno. Tampoco entendí muy bien que a los lotos mágicos se les haya dado en la antigüedad por crecer en Djerba. La isla tiene un mar transparente, una medina divina y tranquila con una arquitectura extraña, como si cada casa fuera una fortaleza, pero es seca y árida. Perdonen historiadores, pero no creo que la isla de los lotófagos de La Odisea sea la preciosa Djerba.
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