Y atrás queda el Mediterráneo con su espejo de brillos antiguos y delante se abre la Sierra de las Nieves con su puerta asomada al mar que es Ojén para luego llegar a Monda y a Guaro y a Tolox y a Alozaina y a Yunquera y, por fin, a El Burgo, acunado entre el poderoso roquedal de la serranía, entre los picos graníticos y los almendros en flor.
El Burgo muestra así su cara agreste de serranía dura y su cara delicada de colores vivos e intensos. Y en este enclave que late en el corazón mismo de la sierra se nos permite conectar con Ronda y con Antequera y con Casarabonela y con el Mediterráneo.
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