El Santo Sepulcro

La Iglesia del Santo Sepulcro es el sitio más sagrado del cristianismo y, sin duda, uno de los rincones imprescindibles de Jerusalén. En contraste con las grandiosas catedrales de Europa, la magia del Santo Sepulcro no radica en su arquitectura sino en su ambiente. Con luz tenue y el olor de incienso, el Santo Sepulcro está llena desde el amanecer hasta el anochecer con el bullicio incesante de fieles de todas las denominaciones que rezan y encienden velas en las múltiples capillas de la iglesia.

Mientras que la piedra de la unción y el sepulcro mismo son los elementos más populares, recomiendo explorar las capillas secundarias de la iglesia como la Capilla de José de Arimatea, perteneciente a la Iglesia Ortodoxa Siria, o la increíble Capilla de Santa de Armenia Helena con su suelo de mosaico y sin fin de linternas e incensarios.

Mi principal recomendación es no visitar el Santo Sepulcro por la mañana, porque está abarrotado de gente y se nota una gran tensión en el ambiente, ya que las distintas confesiones se pelean por su momento de gloria en el sepulcro. Regresé por la tarde antes del cierre y el lugar estaba casi vacio y sí que se podía apreciar la importancia histórica del lugar, con las capillas, los murales, y los diferentes niveles de construcción de todas la épocas

Algo escondido en el barrio cristiano, la Iglesia del Santo Sepulcro, construida alrededor de donde Jesucristo pasó sus últimas horas (donde fue crucificado y enterrado) es una vistia imprescindible.

Cristianos de todas partes se arremolinan en esta Iglesia, celebrando al mismo tiempo ceremonias a lo largo de sus angostos y decrépitos pasillos iluminados con velas. Es una iglesia llena de barullo y espiritualidad, que parece anclada siglos atrás. Me encantó.

La Iglesia del Santo Sepulcro es una iglesia enorme, con multitud de capillas, aunque por fuera no aparenta su tamaño real. Dividida en zonas diferentes para las diferentes ramas del Cristianismo, este edificio es impresionante más allá del ámbito religioso, desde un punto de vista histórico. Personalmente, me pareció increíble visitar la tumba de Jesucristo, el lugar donde fue crucificado o la piedra donde fue depositado después de su muerte.
Conclusión: Debe visitarse aunque no se sea creyente.

El peregrino que hoy llega a visitar el Santo Sepulcro queda un tanto descontento (por lo menos yo) al encontrar un edificio tan sagrado, dentro de las murallas, oprimido en un barrio estrecho de casas apiñadas y callejuelas angostas, cuando viene ilusionado pensando en un campo abierto, en un monte libre, en un huerto limpio, en una tumba silenciosa y apartada excavada en la roca; y no menos confuso ha de sentirse al entrar en la Basílica del Santo Sepulcro y darse de bruces con la complejidad y conjunción del edificio.

A pesar de ello, es impresionante el impacto visual, emocional, lógico y visceral que te embriaga al entrar en la basílica parándote frente a la tumba de Jesucristo.

Experiencia inolvidable. El estar en el lugar preciso en el que Cristo fue sepultado y desde donde resucita para darnos la certeza que nuestro Dios es un Dios vivo que habita entre nosotros.

Aunque no seas creyente se te erizan todos los pelos del cuerpo.