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Estación de Dunedin

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2 opiniones sobre Estación de Dunedin

Cuando tomar el tren es entrar en una obra de arte

Vamos a entrar de nuevo en la máquina del tiempo, a remontarnos al principio del siglo pasado, cuando la ciudad de Dunedin, heredera de la Dundee escocesa y poblada por emigrantes provenientes de esta urbe de los Highlands era el auténtico dentro comercial de Nueva Zelanda. La riqueza fluía y llenaba las manos y las arcas de aquellas familias que habían llegado a las islas bajo la protección de la Reina Victoria que les había encargado la siempre difícil tarea de colonizar las vastas extensiones de su todopoderoso imperio.
Trabajaron duro durante décadas y querían que su nueva ciudad brillara como una joya más en la corona de Su Benefactora Majestad. Y como no podía ser de otra manera, debían dar un paso adelante y honrar a ese medio de transporte que tanto hizo por la Revolución Industrial y el auge económico y social del Imperio Británico. Decidieron levantar una estación de tren que fuera orgullo nacional y al tiempo hablara de la pujante riqueza de la ciudad.

La delicada y blanca piedra caliza de Oamaru fue la elegida para hacer resplandecer la filigrana de estilo renacentista flamenco que a partir de 1906 se levantaría junto a las vías del tren para sustituir a la poco atractiva estación que hasta entonces había servido de andén de bienvenida a Dunedin. Para resaltar la blancura de la piedra, se usó un basalto negro que contrastaba de manera espectacular con ella y que dotaba al edificio de una elegancia hasta entonces poco vista.
Los años pasaron y con ellos la pujanza económica de la ciudad, que vio como su poderío iba decayendo y con él y con la llegada de las carreteras, la decadencia del tranvía. La estación fue dejada de las manos que hasta entonces la cuidaban y se fue ennegreciendo y perdiendo lustre.
Pero he aquí que de nuevo la fortuna tocó a las puertas de la ciudad, puerto protegido por una benefactora bahía, y recuperó parte de su antiguo esplendor. La estación fue restaurada y mimada, sus suelos de mosaico con más de 750.000 teselas de porcelana Royal Doulton pulidos y abrillantados, limpiadas sus preciosas cristaleras y barnizados su pasamanos de noble madera; en su piso superior se instaló el Hall of Fame, que exalta el deporte por antonomasia del país, el rugby ( y sus adorados All black)
Ya no sirve como estación de trenes al uso, sino que se ha convertido en la mayor atracción arquitectónica de la Isla Sur, y lugar apeadero y acceso para una excursión turística que tiene gran aceptación. El exterior es realmente magnífico, enmarcado por unos cuidados y coloridos jardines que son orgullo de todos los ciudadanos y que miman al más puro estilo inglés
No es de extrañar que sea el edificio más fotografiado del país. Es sencillamente precioso.
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Excelente
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Información Estación de Dunedin