Pensar en la Estatua de la Libertad es...
Pensar en la Estatua de la Libertad es pensar en Nueva York, en su isla y en los barcos repletos de inmigrantes que llegaban en busca del sueño americano.
Íbamos navegando por el Sena y de repente, ahí en pleno París, rodeada de iconos franceses, zas! La mujer de la antorcha! Desconcierto total, ¿se han copiado los franceses? ¿por qué no sabíamos que aquí también había una? A los segundos, la audio guía empezó a contar la historia de la estatua:
“Esta réplica situada en la Île des Cygnes, junto al puente Grenelle, es un obsequio que hizo Estados Unidos a Francia para celebrar el centenario de la Revolución Francesa, en 1889. Está hecha a escala, y mide una cuarta parte de la original, su altura es de 11 metros y está orientada hacia su hermana en Estados Unidos.”
Ah bueno, ya nos quedamos más tranquilas. Pero... Y el origen de la de allí?
Pues resulta que fue un regalo de Francia a los estadounidenses en conmemoración del centenario de la Declaración de Independencia en 1886, y como símbolo de amistad entre ambas naciones. El encargado de la colosal estatua fue el alsaciano Auguste Bartholdi, quien ayudado por otros profesionales como Gustave Eiffel construyeron a la que se convertiría en símbolo absoluto de la libertad y la democracia a nivel mundial.
El nombre inicial de la Estatua fue “La Liberté éclairant le monde” algo así como la libertad iluminando al mundo.
Al indagar un poquito más en el tema, descubrí que hay réplicas repartidas por medio mundo, incluso en Tokyo, pero de esas ya no sé sus orígenes.


