La imagen oscura de la iglesia del...
La imagen oscura de la iglesia del Santo Sepulcro, un templo nunca acabado del todo cuyo origen se remonta al siglo XI, anuncia a los peregrinos del Camino Navarro a Santiago que han llegado a Estella. A pesar del cansancio, la mayoría se detiene y observa fascinada: Las escenas esculpidas en la impresionante portada gótica parecen contener un mensaje oculto.
Apenas más allá, varias casas antiguas se alinean dando la espalda al río Ega. Una llama la atención. Su puerta se abre a un patio atiborrado de objetos disímiles: Herramientas de labranza, cabezadas de cuero y viejos cencerros cuelgan entre macetas rojas. Parece un pequeño museo, pero no; de pronto aparece un señor de avanzada edad, me dice que ésa es su casa, y al pedirle disculpas por mi intromisión, se sonríe y me invita a pasar: ‘¿Quiere tomar fotos? Adelante…’
Ángel, que así se llama mi anfitrión, me guía a través del patio y luego me enseña la sala y al comedor. En seguida descubro que me he topado con un singular personaje. Además de eximio coleccionista, Ángel es un formidable y erudito narrador:
‘Estella nació en el siglo XI por y para el Camino de Santiago. Antes aquí había una humilde aldea llamada Lizarra. Dueña de tierras fértiles y bien regadas, la ciudad creció rápido. De Francia y otras zonas de Navarra llegaron inmigrantes, principalmente judíos, lo que contribuyó a que la villa se convirtiera en un riquísimo centro económico. La ciudad, que fuera llamada ‘Estella la Bella’ y descrita como ‘capital del románico navarro’ debido a los magníficos y numerosos edificios religiosos con los que contaba en el siglo XIII, estaba coronada por un castillo –en esa época el más famoso de Navarra- y protegida por tres fuertes y enormes murallas. Poseyó además moneda y ejército propios. Tanto poder persuadió a los árabes, quienes desistieron de atacarla, aunque determinó a Fernando VI, luego de las terribles guerras entre Castilla y Navarra, a destruirla en gran parte.