festival octogenario
Cuando en 1923 los sonidos celtas eran algo casi desconocido, el Festival de Cornuaille tomó la firme decisión de ensalzar la cultura bretona y su diversidad. A pesar de que han pasado más de ocho décadas, este sigue gozando de muy buena salud.
Por aquella época, los años 20, las cosas eran un poco distintas: los bretones eran considerados unos paletos, era "kitsch" ver desfilar a la reina de los Filets Bleus de Concarneau, "cutre" participar en los Ajons d’Or de Pont Aven y anticuado admirar a las Bordadoras de Pont-l’Abbé. Pero todos ellos desfilaban ya por las calles de Quimper. Éste fue el pistoletazo de salida de una larga historia que en la actualidad se traduce en este festival octogenario que tantas satisfacciones da a sus casi 250.000 visitantes: conciertos, espectáculos, bagads, y músicos y bailarines desfilando con sus trajes tradicionales.
