Eran nuestras primeras vacaciones en...
Eran nuestras primeras vacaciones en coche, habíamos escogido una ruta tranquila, para poder saborearla con calma. De la estancia en Burgos lo que recuerdo con más cariño es el día que pasamos en la ciudad de Frías, la ciudad más pequeña de España, con 284 habitantes y 32 km2 .
El día amaneció lluvioso. El cielo oscuro y la llovizna convertían las tonalidades verdes del paisaje en auténticas obras de arte. La carretera estrecha y sinuosa se deslizaba silenciosa entre las inmensas paredes de roca, transmitiendo tranquilidad, la calma que se necesita para poder disfrutar de la naturaleza.
A pocos metros de llegar a Frías, en una de las curvas apareció de repente, en el lateral derecho, una Iglesia bajo las rocas, precedida de un río y su puente. Era ya cerca del mediodía y seguía lloviendo, así que decidimos aparcar ahí y comer las provisiones que habíamos comprado, algunas latas y poco más.
Fue la mejor comida de esas vacaciones, sentados bajo los arcos de la Ermita de Santa María de la Hoz, rodeados de silencio, observando y escuchando como las gotas golpeaban con delicadeza cada una de las hojas, cada centímetro de hierba; viendo los pájaros sobrevolar aquellos acantilados, vivimos un momento único.
Cuando disminuyó la lluvia cogimos de nuevo el coche y nos dirigimos a Frías. Dejamos el coche en una explanada cercana a la ciudad, (desde la cual se puede fotografiar el conjunto monumental) y empezamos a andar por sus empinadas cuestas.
El lugar estaba desierto, por sus calles solo nos cruzamos con otros turistas como nosotros que admiraban sus calles paraguas en mano. El castillo colocado en lo alto del Valle de Tobalina es imponente, con la Torre del Homenaje como símbolo de fuerza y poder.
Se puede visitar y subir hasta lo alto de la torre, es recomendable subir hasta ella para gozar de las impresionantes vistas del Valle y de la ciudad en conjunto. Al rato dejó de llover y como si de caracoles se trataran, empezaron a salir personas de las casas, los bares empezaron a colocar las sillas en sus terrazas y empezó a oírse el murmuro del gentío.
Antes de regresar a nuestro hotel en Burgos ciudad, comimos unos pinchos muy ricos en un bar de Frías, no recuerdo su nombre pero la decoración estaba muy cuidada, gran parte del local era de madera, incluyendo el mobiliario, y tenía motivos rurales colgados en sus paredes.