Enrique Jiménez
¿Alguna vez has comido dentro de un molino?
La idea es, sin duda, romántica de por sí; pero si se adereza con una cocina creativa que se basa en el producto local y el saber de la zona, y con un trato al cliente exquisito (enhorabuena, Luis y Edu), se convierte en una experiencia única.
Luis te recibe con una copa de vino local en la primera planta, habilitada para tal fin. El segundo piso es la cocina, descubierta y con una pequeña "barra de bar" en la que Edu, el cocinero, explica su cocina y presenta los aperitivos de bienvenida en un alarde de cercanía que solo puedes permitirte cuando tu aforo se reduce a 16 personas. Por último, la tercera planta es un comedor diáfano, pequeño y circular, de paredes jalonadas por ocho ventanillos desde los que el molinero oteaba el horizonte.
Ofrecen menú degustación (único, que cambia mes a mes), cocido "molinero" entre semana y una carta cortita con raciones, croquetas y entrantes que van variando. En verano sacan las sillas a la calle, cómo buenos manchegos, y construyen una terraza entre molinos de viento.
Una experiencia única.
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