El encanto del Mediterraneo
Ghisonaccia, población de Córcega, donde la gente habla su propio dialecto y cuyo principal atractivo son sus hermosos parajes naturales.
Podemos encontrar palmeras tropicales, viñedos, olivos y naranjos, bosques de castaños y pinos autóctonos, lagos alpinos y fríos torrentes de montaña llenos de truchas. Su seña de identidad es el monte bajo de matorral, perfumado con mirto, que Napoleón creyó oler desde el mar.
La costa oriental de la isla ha sido una productiva tierra granjera desde 1945, año en que se terminó de drenar y se acabó con la malaria. En los últimos años se han construido urbanizaciones y hoteles a lo largo de esta costa, en las largas y arenosas playas. Lo más interesante de la zona es Mariana, conocida por su catedral del siglo XII llamada también “La Canónica”.
Para los amantes de las flores silvestres, Córcega es una joya en el Mediterráneo. La mayor parte de la isla está cubierta por el matorral, una maraña de arbustos aromáticos y arboles bajos con flores desde finales del invierno en adelante. Entre la densa variedad se encuentra la rosa silvestre, que salpica el campo con sus pétalos rosas o blanco y la retama amarilla. Hay poblaciones como Girolata a la que solo se puede llegar por mar o a través de senderos y es una muestra de toda esta variada flora.
La mejor época para visitar la isla es a finales de la primavera, cuando salen las flores silvestres, y a principios del otoño, cuando la temperatura es suave y no hay muchos turistas. Córcega es conocida por sus buenas rutas para practicar senderismo, aunque algunas también sirven para esquiar en invierno, especialmente en febrero y marzo.