El Albaicín, barrio empinado y encalado ...
El Albaicín, barrio empinado y encalado donde se originó Granada, oculta, tras altos muros, fragantes cármenes. Estos jardines eran el sitio donde los moros granadinos se retiraban a conversar, leer poesía, o descansar. Algunos pequeñitos, otros con vistas a La Alhambray Sierra Nevada, los cármenes develan la esencia romántica de esta ciudad: Granada parece haber sido construida para el deleite de los sentidos.
Esta pasión árabe por las cosas placenteras y bellas corre por las venas de los granadinos. De ahí su particular manera de vivir la vida, de amar, de bailar y de cantar. Granada seduce desde el principio: Alójese en una antigua casa morisca con vistas a la Alhambra, o en un palacete renacentista junto al río Darro. Será sinónimo de placer.
Históricamente multicultural, Granada tiene un alma aunque mil rostros. En las zambras y tablaos del Sacromonte suena el flamenco más puro, en la neurálgica Plaza Nueva conviven bares y mesones de diferentes etnias. Las calles que rodean a la plaza del Carmen y de la Pescadería están colmadas de estudiantes universitarios de todas partes de Europa. El Realejo transporta a una Granada ilustre, y alrededor de la antigua madraza y la Catedral, la ciudad muestra el sello majestuoso de Carlos V.
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