Hachiko, el perro fiel
Justo a la salida de la estación de Shibuya, entre miles de personas que vienen y van, rodeado de tiendas y centros comerciales y un montón de turistas, encontramos la estatua de Hachiko. Hay veces que es díficil llegar a ella de la cantidad de gente que se agolpa alrededor, puesto que se ha convertido en un punto de encuentro a la salida de la estación. La estatua nos muestra a un perro de raza akita y nos cuenta una de esas historias bonitas y tristes a la vez, que a mi al menos me encanta por la lealtad de la que hizo gala el animal.
En 1924, un profesor de la Universidad de Tokio, compró un akita para regalárselo a su hija, aunque luego terminó quedándoselo él. El perro, al que llamaron Hachi, acompañaba fielmente a su dueño cada día hasta la estación de tren cuando éste iba a trabajar y lo iba a recoger cuando éste volvía. Esta rutina se repitió día tras día, hasta que en 1925 el profesor murió durante una de sus clases. Hachi fue a buscarlo a la estación como cada día y se quedó allí esperando un regreso que nunca llegó. La gente de la estación y de los comercios cercanos se encargaron de cuidarlo y la historia conmovió tanto a la gente que erigieron una estatua en honor al perro, en la inauguración de la cual estuvo presente el animal. Al final, después de esperar fielmente durante nueve años, Hachi murió el 8 de marzo de 1935 y construyeron un monolito con su nombre al lado de la tumba de su dueño.