El paisaje de Pamukkale resulta...
El paisaje de Pamukkale resulta distinto a cualquier cosa que pueda verse en Turquía ¿y qué decir de el de Hierápolis? Nos encontramos ante una combinación perfecta entre ruinas y naturaleza. Pareciera como si las obras del hombre se adaptaran perfectamente al medio y no al revés, como suele ocurrir. Especialmente hermoso es recorrer las ruinas de Hierápolis en primavera. El campo está verde y lleno de flores, sobre todo una especie de amapolas distintas a las de España, aún más hermosas. Resulta bellísimo contemplar el contraste entre la fugacidad de estas flores, de unas pocas semanas de vida, y la antigüedad de las piedras que hallamos diseminadas, con más de 2.000 años...
Creo que la mejor estación para visitar Turquía es en primavera, no ya sólo por la muchísima menor afluencia de turistas, sino porque no hay muchas ocasiones en la vida donde se puede contemplar una ciudad clásica repleta de flores y con piscinas de travertino de fondo....
Es muy fácil encontrar un buen mapa en las agencias de viajes del pueblo que nos informen sobre qué estamos viendo en Hierápolis, si las ruinas que observamos son el foro, unos baños, las letrinas o una basílica. Y siempre está bien informarse... Pero de vez en cuando es bueno abandonar la guía por un rato y perderse por las ruinas, disfrutar de ellas en sí mismas, como nuevos objetos que han cobrado vida con una función distinta a la que tenían anteriormente. La que fuera tumba quizás ahora sea la mejor maceta para las amapolas turcas, ese conjunto de rocas diseminadas ahora son punto de reunión para los viajeros cansados, esa otra es tan bella que el artista se para a dibujarla... Las ruinas de Hierápolis son especialmente evocadoras por hallarse en perfecta armonía con la naturaleza. Hay que dedicarlas tiempo, disfrutar del paseo por los estrechos caminos o por las señoriales calzadas.


