Describir al Corihuasi me llevaría ...
Describir al Corihuasi me llevaría días; de hecho, durante mi primer viaje a Cusco (con S, en peruano) escribí una crónica en donde el hostal era un protagonista más. Cusco seguirá creciendo, se volverá cada día más internacional, pero jamás perderá su misteriosa magia. Hay rincones que la resguardan: Uno de ellos es esta vieja casa sobre la empinada calle Suecia. Colonial, con tejas de barro, muros de adobe blanqueados y suelos de madera, el Corihuasi tiene preciosos patios de piedra, puertas de madera pintadas de verde, y malvones siempre florecidos en las ventanas. Las habitaciones son todas distintas, las hay pequeñitas y oscuras, las hay llenas de luz y con balcones. Pero nada iguala a la habitación n°1. Elevada sobre los techos gastados de la ciudad, a través de sus enormes ventanales se ve TODO Cusco.
Guauuu, qué fascinada estaba. Recuerdo que me di un baño de mil horas y a oscuras me cobijé en la cama. Cusco, un chisporroteo de lucecitas amarillas, se metía entero por las ventanas.
Me despertaron las campanas de las iglesias que, como si estuvieran locas, en Cusco suenan desde cualquier hora. Era mi cumpleaños, así que entregada al espectáculo que me rodeaba, me quedé en la cama hasta las 11 de la mañana.
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