Lugar con encanto, lleno de paz y sabor.
Íbamos buscando un lugar para estar tranquilos y hemos acertado plenamente. Un gozo para el espíritu por las vistas, el silencio y el lugar, pero también para el cuerpo por su piscina de agua salada, las habitaciones que dan directamente a un pequeño jardín y los exquisitos platos que tiene su cocina. El trato es discreto y detallista, lleno de amabilidad. ¿Lo malo? para nosotros no ha habido nada. La playa está relativamente cerca, aunque no hemos necesitado ir para disfrutar.No dudamos en recomendarlo y, sin duda, volveremos. Antonio y Yolanda.