Perfecta relación calidad-precio
Nuevo hotel de montaña, de propiedad municipal, en el que han rehabilitado un antiguo molino harinero como hotel-restaurante-museo.
Lo regenta una joven pareja con un gran interés en agradar a los clientes, y que realiza su trabajo con dedicación.
Su decoración es rústica, con detalle, el entorno precioso, a un paso del pueblo y en plena naturaleza, y en definitiva, sus virtudes superan las pequeñas faltas que se pueden mejorar, como la poca variedad en el desayuno: dos tostadas con tomate, mantequillla y mermelada, y unas pastas. Es importante completarlo con algo de fiambre.
Respecto a la habitación había para elegir, pero la adjudicada resultó pequeña, sobre todo el baño. Eso si, perfectamente caliente y preparada, el wifi funciona sin problemas.