Siempre con aire romántico, un roncón muy agradable.
Visitar este hotel siempre es muy reconfortante, en particular esta ocasión de cena distendida entre amigos me ha gustado encontrarme sus jardines pérgolas y rincones llenos de flores, detalles y espacios acogedores. Su cocina es diferente, se distingue del resto por salir de la carta típica de la zona. Lo he visitado en otros años y hoy sigue conservando su encanto, su atractivo y aire señorial al alcance de las manos. Lejos de ser un inmenso edificio señorial es relativamente pequeño y con clase, fuentes que susurran agua, ventanas que expían la bahía gruesos muros y luces cálidas. Romántico.