Visita personalizada
Fresca mañana de domingo, perfecta para pasear por las calles de Logroño, a estas horas sólo estamos los madrugadores. Nada más llegar a las puertas de la Iglesia un portero vocacional, de melena perfecta nos abre la puerta y cómo el mejor de los guías nos da la bienvenida a la Iglesia, nos la presenta y desea que sea de nuestro agrado.
Entramos olvidándonos por unos instantes del caballero madrugador; dentro, un espectacular retablo acapara nuestra atención, alto como los muros del templo se muestra esplendoroso, su autor fue Arnao de Bruselas en el s. XVI. Las vidrieras se pueden distinguir extramuros pero evidentemente es mejor observarlas a contraluz, para apreciar su colorido en estado puro.
Una vez visitada y admirados todos los rincones, nos dirigimos a la salida, y no hay duda, ahí sigue el portero vasito en mano, abriendo y cerrando la puerta a quienes quieran entrar y salir, entretanto peina su cuidada melena; algo me rondaba por los bolsillos y finalmente lo dejé en manos del educado guía, quién viéndome hacer fotos a la fachada me recomendó amablemente hacer una foto al águila de una sola cabeza que se encuentra en la entrada de la Iglesia, algo fuera de lo común a su parecer.
Después del encuentro con el peculiar portero sólo puedo hacer una reflexión, los monumentos están hechos de piedra, las personas, por suerte, no.