Tríptico de fé
La Plaza de Gesú Nuovo se conforma en un espacio con tres puntos fundamentales que ningún visitante de Nápoles debe dejar de visitar porque son el alma del napolitano más puro.
Dos de ellos son la Columna de la Peste y la Iglesia del Gesú Nuovo. La primera es una de las más famosas y delicadas a la Virgen de las que solían levantarse en el Barroco europeo para pedir la sanación del cuerpo y la salvación de las almas que sufrían las numerosas oleadas de peste que asolaron el continente desde la Edad Media.
La blancura del mármol y la curiosidad de las escenas mostradas bastan para hacer que paremos nuestro camino antes de pasar a la Iglesia del Gesú.
Delante del edificio, nos llama la atención su fachada, tan parecida a la Casa de los Pinchos de Segovia. Y es que era el palacio de los Sanseverino, Príncipes de Salerno, que al rebelarse contra el virrey don Pedro de Toledo, cayeron en desgracia y perdieron la mayoría de sus posesiones, entre ellas el palacio, que pasó a manos de los jesuitas.
Al entrar en la iglesia, se percibe una sensación de profundo estupor y maravilla por la extraordinaria riqueza decorativa del interior que, no obstante el dominante tono barroco, fue realizada en un periodo de tiempo que va desde los primeros años del siglo XVII hasta todo el siglo XX.
Aunque está consagrada a la Inmaculada, en la actualidad el centro del culto se rinde alrededor de la capilla donde se encuentran los restos de San Giuseppe Moscati, un médico que según se cuenta, realizó multitud de milagros.
Antes de salir y mudos ante la marea de fe que parece envolver a cualquier hora el edificio, disfrutemos de la riqueza de la decoración que parece no dejar libre ni un centímetro de las altísimas paredes y que seguro que permanecerá en nuestra memoria por mucho tiempo.