Fernando Almenar
Carreras
Nos acostamos muy pronto, puesto que el día había sido muy largo y no paró de llover hasta entrada la tarde.
Por la mañana jugamos al ajedrez bajo la sombra de un nogal chino que fue plantado por el padre de Silvye hace más de sesenta años. Es el único refugio que encuentras para cobijarte del sol y de la lluvia nada más salir de la casa.
A escasos metros de la casa se encuentra la Iglesia.
Nos cuenta Silvye que de pequeña hacia carreras con su hermano hasta la puerta de atrás, que les servía de freno, pero un día se abrió en el instante que ella más la necesitaba y arrollaron al sacerdote con unos huevos que le habían regalado.
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