Una Experiencia muy Dulce
Iba con un poco de reparo en el barco hacia Ilha do Mel, que tomé en Paranaguá, un recorrido de hora y media a través de los manglares cercanos a Paranaguá, pero en cuanto avisté la isla me di cuenta de que mis reticencias eran infundadas, ya que no se veían hoteles a la vista, sólo vegetación, y un precioso faro despuntaba en uno de los extremos de la isla.
En cuanto atracamos, comprobé que los únicos vehículos de la isla eran unos carros metálicos de 2 ruedas, de tracción humana, que se encargaban de llevar el equipaje a sus posadas a los que llevaban maletas. Los que llevamos mochila no esperamos, y después de una pequeña indagación en las posadas cercanas, que estaban casi vacías, me alojé en una desde la que veía la playa desde mi ventana y tenía unos 20 metros hasta el agua, ¡puro paraíso!