El Maravilloso Jardín de Portugal
No es de extrañar que una isla que se nombre Madeira, llamada así por la cantidad de árboles que poseía, materia prima para fabricar barcos, casas y demás menesteres para las conquistas portuguesas, pueda albergar un Jardín Botánico de una exuberancia tan impresionanante.
Por momentos, por rincones, nos sentimos inmersos en los jardines coloniales de Brasil, con especies tropicales de gran tamaño que sólo podrían darse en condiciones muy especiales y que cobijan construcciones como el pequeño museo de animales disecados pertenecientes a la familia Reid, propietaria de los terrenos donde se asienta el Jardín.
El año 1960 fue fundamental para la creación del Jardín, ya que fue el momento de dar salida a un proyecto que hacía tiempo rondaba en la cabeza de los miembros de la familia Reid, dotar de un fabuloso lugar de esparcimiento para los madeirenses y que al tiempo pudiera generar ganancias.
Así que en su finca, que databa de 1881, crearon un Jardín fastuoso de 80.000 m2 que se convirtió en una delicada muestra de flora autóctona europea, isleña y de las colonias portuguesas.
Jardines de estilo inglés y francés, fuentes, pequeñas cascadas, una muestra de las famosas y simbólicas casinhas de Santana, inevitables y queridas cuando pensamos en la Madeira rural, un pequeño muestrario de loros y aves exóticas, senderos y rincones mágicos y en lo más alto un pequeño restaurante para recuperar fuerzas y disfrutar de la maravillosas vistas sobre Funchal.
Y todo ello de la única manera permitida por la orografía de la isla, en forma de grandes escalones o terrazas, unidas por veredas o caminos más transitables, incluso para personas discapacitadas.
Uno de los puntos de visita obligada cuando nos hospedemos en Madeira, o cuando como yo, la visitemos durante la escala de un crucero.