Roberto Gonzalez
Los caballeros del mar
La costa Suroeste de Nueva Zelanda es una de las reservas de vida salvaje más importantes e imponentes del Hemisferio Sur. Montañas cubiertas de nieve, glaciares, prados infinitos y bosques de impenetrable espesura, son hogar y cobijo de aquellos animales supervivientes del megacontinente Gondwana. El paisaje es de una belleza infinita, y quizá sea en este punto donde los contrastes son más espectaculares.
Conduciendo por la SH6, una carretera con mucha curva pero con sorpresas tras cada una de ellas, aparece ante nosotros este mirador que puede pasarnos desapercibidos si no fuera por el aparcamiento que se extiende ante él.
Aparcamos y ya, de golpe, nos enfrentamos a un azul imposible, uno que parece no existir, ni siquiera en la paleta del más genial de los pintores. El mar, que se nos antoja infinito se abre ante nosotros y desaparece en un horizonte que quiere hacerle sombra pero que no lo consigue. El verde de los árboles y arbustos que separan nuestros cuerpos del vacío crean un contraste de colores que acaricia nuestros ojos en un éxtasis cromático que nos obliga a no apartar la vista en ningún momento.
Pero aún hay algo más. Emergiendo de esas mismas profundidades, de ese azul imaginario, unas formaciones rocosas captan nuestra atención, son las rocas de Arnott Point, hogar de varias especies de focas y elefantes marinos que permanecen protegidos a cal y canto por las autoridades del país y también por las de la Naturaleza, ya que es prácticamente imposible llegar hasta ellas.
El mirador es el punto donde se unieron las dos carreteras que los ingenieros proyectaron en los años 50 y que hoy conforman la SH6, en un continuo subir y bajar por montañas y playas. Para conmemorar la unión se levantó el obelisco que hoy vemos a un lado de la gran terraza, y se le puso al lugar un nombre pomposo pero cuyo origen no puede ser más humilde: Knights era el nombre del perro del vigilante de la obra...Creo que los neozelandeses son dignos herederos del humor británico, ¿no creen?
Pero aún hay algo más. Emergiendo de esas mismas profundidades, de ese azul imaginario, unas formaciones rocosas captan nuestra atención, son las rocas de Arnott Point, hogar de varias especies de focas y elefantes marinos que permanecen protegidos a cal y canto por las autoridades del país y también por las de la Naturaleza, ya que es prácticamente imposible llegar hasta ellas.
El mirador es el punto donde se unieron las dos carreteras que los ingenieros proyectaron en los años 50 y que hoy conforman la SH6, en un continuo subir y bajar por montañas y playas. Para conmemorar la unión se levantó el obelisco que hoy vemos a un lado de la gran terraza, y se le puso al lugar un nombre pomposo pero cuyo origen no puede ser más humilde: Knights era el nombre del perro del vigilante de la obra...Creo que los neozelandeses son dignos herederos del humor británico, ¿no creen?
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