La fe convertida en obra de arte
En un país tan católico, religioso y fervoroso como España, las muestras de fe por todo el territorio nacional son incontables. Monumentos grandes y pequeños, de piedra o madera, frescos que cubren un ábside o grandes retablos de intrincadas formas...Todo es posible en la hipercatólica y piadosa nación nuestra.
Por ello no es de extrañar, que con mucha frecuencia encontremos maravillas que llamen nuestra atención de manera especial, como la que nos ocupa hoy, que se encuentra en lo que fue en su día el huerto de los monjes del monasterio de Sant Cugat.
Para empezar debemos saber que una cruz de término (también llamada humilladero) se levantaba en principio para marcar la entrada de las ciudades, en las vías que llevaban a ellas, para que los viajeros se postraran a sus pies y dieran gracias por haber sobrevivido sanos y salvos a los peligros de los caminos, entonces llenos de asaltantes, lobos y otros seres poco recomendables Muy sencillos al principio, poco a poco fueron evolucionando hasta llegar a ser auténticas obras de arte gótico y renacentistas que aumentaban la fama de los canteros que las labraban. Como podemos ver en ésta, los escalones de la base invitaban a arrodillarse y rezar, dirigiendo nuestros ojos hacia lo alto, pudiendo enviar nuestras plegarias hacia el Cristo crucificado o a la Virgen María, según nuestras preferencias o la cara de la cruz labrada que miremos.