BUENÍSIMO
Esta pastelería tiene más de 100 años, concretamente se inauguró en 1894, su nombre le viene dado por el origen mallorquín de su fundador, Juan Ripoll, cuya familia vendió el negocio durante la guerra civil a sus actuales propietarios. Cuando pasas por allí te llega el olor de sus napolitanas rellenas de crema (siempre recién hechas), también destacar sus trufas de chocolate y sus tartas, todo ello con una buenísima relación calidad-precio. En el piso superior hay un salón donde poder tomar un café con cualquiera de estos pasteles y tartas.