No estuvo mal
Nos lo recomendó la recepcionista de nuestro hotel y eso que está lejos, es un pequeño local que hace esquina, con decoración que quiere imitar a los bares de toda la vida.
Gracias a su terraza cubierta hay espacio para albergar a la gente que va a tomar el aperitivo, son mesas altas con taburetes y esas estufas que calientan, pero pueden resultarte insoportables si tu cabeza está cerca, y es que las señoras del otro lado tenían frío y no dejaron que se apagase.
El sitio por tanto no resulta cómodo, y los platos tampoco resultaron ser para tirar cohetes, unas ostras frescas sin intervención, unos tigres no hechos en casa, y un revuelto de erizos que no sabía mucho a erizo.
Lo mejor el vermut y la amabilidad de todo el servicio.
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