James Blick
Cerveza artesanal como, cuando y donde la quieras
Los alrededores de la glorieta de Bilbao son el epicentro de la buena cerveza en Madrid. Además de varios bares internacionales e irlandeses, hay uno de cerveza artesanal, ANIMAL, la amada Cervezorama (la tienda que, de algún modo, ha encabezado este movimiento de cerveza en la ciudad) y ahora La Tape, un recién abierto templo de cerveza artesanal que es mitad bar, mitad restaurante y mitad sitio de comida para llevar. Sorprendentemente, abre todos los días desde las 9 de la mañana hasta altas horas, y aunque suelo desconfiar de los lugares que tratan de ser un todo-para-todo-el-mundo, este sitio me gusta.
“El concepto es 360º… integrado y universal”, cuenta Iacopo, el italiano tras los grifos y uno de los cerebritos cerveceros más respetados de la ciudad. Iacopo explica que la planta de abajo es un bar informal para tomar cerveza y comer, mientras que el restaurante, arriba, es más para compartir una botella de 750ml durante el almuerzo. Si lo que estás es de paso, el mostrador de comida para llevar sirve sándwiches, pizzas, pasteles y, por supuesto, cerveza artesanal en botellas.
Grande, intenso y, curiosamente, carente de esencia madrileña, La Tape podría estar, casi, en el centro del gentrificado barrio de Brooklyn. Y ese diferenciado toque de baile y música casi a cualquier hora aporta, sin duda, un nuevo rollo a la escena de la cerveza local.
Las cervezas que sirven cada uno de sus siete grifos van rotando. Así, La Tape combina una buena mezcla de cervezas españolas con una ecléctica y generalmente difícil de encontrar selección de marcas artesanales internacionales. También hay alguna cerveza en botella. Y si estás un poco perdido o eres virgen en esto de la cerveza artesanal, Iacopo te guiará sin problema. Mención aparte merece, por cierto, el tirador inglés que tienen: el sistema clásico de servir pintas que se adapta perfectamente a los requisitos de baja carbonatación de la buena cerveza. Cuando estuve allí, Iacopo bombeaba de su nuevo juguete una corriente dorada de Dead Pony Club, cerveza americana pálida de la destilería de BrewDog.
Me bajé del taburete y empecé a explorar más. El escaparate de comida para llevar llamó mi atención con diferentes quesos (hacen platos artesanales con queso), pasteles recién horneados (el panadero tiene formación inglesa, una buena jugada dado el habitual triste estado de la panadería madrileña), y, por supuesto, un reluciente jamón. El restaurante de arriba, con paredes de ladrillo expuesto, vigas de madera vieja y una curiosa pieza de arte lumínico, parecía un lugar impresionante para instalarse frente a un plato de comida, una cerveza y una buena conversación.
La carta está compuesta por una deliciosa mezcla de comida española (salmorejo, carrillada de cerdo rellena, pulpo a la parrilla con salsa romesco) e internacional (hamburguesas, risotto, verduras al wok con salsa de ostras o soja…). Tienen también menú del día (incluye una cerveza artesanal) por 11 €. Además, hay wifi gratuito: perfecto si tu plan es ‘trabajar’ y beber.
Se hacía de noche, pero había tiempo para una más. Así que Iacopo me sirvió una cerveza de Pamplona, la Napabier; según él, una de las destilerías españolas que mejor cerveza está haciendo en estos momentos. La Tape seguía tranquila (era el segundo día que estaba abierta), pero de repente el tipo que estaba sentado a mi lado me sonó de algo. Entonces caí. Le había visto en el Irreale y la Fábrica Maravillas la noche anterior. Habíamos brindado y charlado (fácil, sobre cerveza). No era la primera vez que me encontraba con una cara conocida dentro del pequeño círculo de cerveza artesanal de Madrid. Y hacer nuevos amigos es solo uno de los encantos de esta pequeña escena que emerge en la ciudad.
Grande, intenso y, curiosamente, carente de esencia madrileña, La Tape podría estar, casi, en el centro del gentrificado barrio de Brooklyn. Y ese diferenciado toque de baile y música casi a cualquier hora aporta, sin duda, un nuevo rollo a la escena de la cerveza local.
Las cervezas que sirven cada uno de sus siete grifos van rotando. Así, La Tape combina una buena mezcla de cervezas españolas con una ecléctica y generalmente difícil de encontrar selección de marcas artesanales internacionales. También hay alguna cerveza en botella. Y si estás un poco perdido o eres virgen en esto de la cerveza artesanal, Iacopo te guiará sin problema. Mención aparte merece, por cierto, el tirador inglés que tienen: el sistema clásico de servir pintas que se adapta perfectamente a los requisitos de baja carbonatación de la buena cerveza. Cuando estuve allí, Iacopo bombeaba de su nuevo juguete una corriente dorada de Dead Pony Club, cerveza americana pálida de la destilería de BrewDog.
Me bajé del taburete y empecé a explorar más. El escaparate de comida para llevar llamó mi atención con diferentes quesos (hacen platos artesanales con queso), pasteles recién horneados (el panadero tiene formación inglesa, una buena jugada dado el habitual triste estado de la panadería madrileña), y, por supuesto, un reluciente jamón. El restaurante de arriba, con paredes de ladrillo expuesto, vigas de madera vieja y una curiosa pieza de arte lumínico, parecía un lugar impresionante para instalarse frente a un plato de comida, una cerveza y una buena conversación.
La carta está compuesta por una deliciosa mezcla de comida española (salmorejo, carrillada de cerdo rellena, pulpo a la parrilla con salsa romesco) e internacional (hamburguesas, risotto, verduras al wok con salsa de ostras o soja…). Tienen también menú del día (incluye una cerveza artesanal) por 11 €. Además, hay wifi gratuito: perfecto si tu plan es ‘trabajar’ y beber.
Se hacía de noche, pero había tiempo para una más. Así que Iacopo me sirvió una cerveza de Pamplona, la Napabier; según él, una de las destilerías españolas que mejor cerveza está haciendo en estos momentos. La Tape seguía tranquila (era el segundo día que estaba abierta), pero de repente el tipo que estaba sentado a mi lado me sonó de algo. Entonces caí. Le había visto en el Irreale y la Fábrica Maravillas la noche anterior. Habíamos brindado y charlado (fácil, sobre cerveza). No era la primera vez que me encontraba con una cara conocida dentro del pequeño círculo de cerveza artesanal de Madrid. Y hacer nuevos amigos es solo uno de los encantos de esta pequeña escena que emerge en la ciudad.
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