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Lalibela

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8 opiniones sobre Lalibela

Un sitio Magico

Que se puede decir de Lalibela a estas alturas. Para mi fue un sitio mágico, con una energía increíble como por ejemplo Abu Simbel (Egipto), el Taj Mahal (India)) o Machu Pichu en Perú.
Es un pueblo único en el mundo,no parece que este en África, sino en otro planeta. Sus iglesias son algo único e irrepetible, sus calles alucinantes, su ubicación increíble y en fin no puedo decir nada mas, solo que veáis estas fotos hechas con todo mi amor y que si algún día podéis ir no os lo perdáis por nada de este mundo que merece la pena y mucho mas, en otro rincón publicare las iglesias y este se lo dedico a Alfonso Navarro Tappero que es mi maestro y ya visito este sitio en 2004, aunque eso no importa porque sigue igual.

Que os guste
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Centro de peregrinación

Su población pertenece casi en su totalidad a la Iglesia ortodoxa etíope.
Lalibela es una ciudad monástica del norte de Etiopía, la segunda ciudad santa del país, después de Aksum; es un importante centro de peregrinación.

Una joya excavada en la roca

Excelente

El origen de Lalibela, aislada en las agrestes montañas de Lasta, se pierde en las brumas de la leyenda y de alguna intervención angelical. Algo de misterio hay en sus iglesias excavadas en la roca, aunque una buena dosis de fe y trabajo pueden propiciar también una explicación a estas obras esculpidas en las rojizas rocas basálticas de su territorio. Las casas de sus habitantes, al contrario que las del resto de Etiopía, aunque circulares, son de piedra y tienen dos pisos.
Las iglesias de esta “Jerusalén negra” llevan al menos ocho siglos cumpliendo sus funciones de santuarios cristianos activos. Rodeadas de atrios y comunicadas por un laberinto de zanjas y pasadizos de tierra, algunos subterráneos, conservan su aire medieval. Iniciamos el recorrido de lo que algunos califican como la octava maravilla del mundo, por Redentor del Mundo, al noroeste. La iglesia, con casi 800 m² de superficie y once y medio de altura, es un vasto y sencillo edificio rectangular sostenido por pilares, tras los que se refugian los monjes para orar. Superando un pequeño túnel nos encontramos con Santa María, más alta que la anterior, en cuyo interior podemos ver una columna cubierta por un paño rojo tras el que, según dicen, se conservan las Tablas de la Ley. El techo, aunque no conserva las pinturas originales, está primorosamente restaurado. En la segunda planta, donde se almacenan las donaciones en especie y los tesoros, destaca la estrella de David entre los motivos decorativos. En el exterior, dos caballeros lancean a un dragón muy deteriorado. Al norte y al sur del patio se localizan la Santa Cruz y la capilla de las Vírgenes Mártires, sacrificadas por Juliano el Apóstata, que recibe su justo castigo en los frescos. En un lateral de este mismo patio podemos contemplar la piscina de aguas verdes, que siguen propiciando la fertilidad a las mujeres estériles que se sumergen en líquido elemento.

Más adelante están las iglesias de San Miguel y “San Gólgota”, en paralelo, con una misma puerta de acceso. En el suelo de esta última, según la leyenda, está enterrado el rey Lalibela. Es el lugar más sagrado del conjunto religioso y en él no dejan entrar a las mujeres. Los hombres no tenemos problemas para pasar y, no obstante la penumbra del lugar, con la ayuda del flash podemos fotografiar los relieves del pequeño santuario para que los aprecien las mujeres, que se han quedado tras la puerta y escrutan curiosas el interior. Abandonamos el complejo por la denominada Tumba de Adán, una pequeña celda cruciforme, pasando por el seminario y camino del pueblo.
Por la tarde, atravesando el río Jordán –todos los parajes bíblicos relacionados con Jesús de Nazaret tienen allí su asiento–, donde una cruz recuerda el bautismo de Jesús, nos desplazamos al sureste, pero no pudimos entrar en San Gabriel y San Rafael, en permanente restauración, dado el deterioro de sus peculiaridades constructivas. Desde el exterior se aprecian el foso y los nichos arqueados, en una estructura con apariencia más civil que religiosa. Transitando por otra zanja y salvando algunos obstáculos del terreno, llegamos ante San Mercurio o San Marcos, no me quedó clara la denominación, aunque puede ser que responda a ambas. Se aprecia un antiguo friso con figuras muy deterioradas y algunas pinturas restauradas en su interior, que desprende una sensación de mazmorra derrumbada. Unos metros más abajo, la iglesia de Abba Libanos destaca por sus ventanas cruciformes y por el color rosáceo de su fachada. Más adelante, desplazándonos por una sima pronunciada y ascender por algunos recovecos, nos encontramos frente a San Enmanuel, rodeada de un espacioso patio. Es la más grande de este grupo y se asemeja a las iglesias del que vimos por la mañana, aunque tiene una estética más refinada, a pesar de sus simbólicas ventanas ciegas.
San Jorge (Bet Giyorgis) es la perla de Lalibela, que dejamos para el final. Después de contemplarla desde el exterior, podemos apreciar su majestuosidad mientras descendemos lentamente para penetrar en el recinto. Estas perspectivas laterales son mágicas, porque permiten captar la magnitud y la belleza de la obra. Para más deleite nos adentramos en el templo bajo la lluvia. Excavada en la roca basáltica, tiene unos quince metros de altura y está tallada en forma de planta cruciforme simétrica. Es la más bella, a modo de homenaje al santo caballero, omnipresente en todas las iglesias de Etiopía, después de su protesta ante Lalibela por no haberle dedicado ninguna de las iglesias de su ciudad.
Los etíopes no ocultan su fe y siguen los preceptos de la Iglesia ortodoxa etíope, que no copta, privándose de carne todos los martes y viernes del año. El cerdo no forma parte de su dieta. De hecho, no figuraba en la carta de ninguno de los restaurantes a los que fuimos. Le han convertido en un animal maldito, a raíz del pasaje bíblico en el que Jesús expulsó a los demonios del cuerpo de un endemoniado y éstos se introdujeron en una piara de cerdos, que se despeñó por un precipicio. Son muy pocos los etíopes que penetran en sus templos, limitándose a comunicarse con Dios en el exterior de los mismos, por regla general en posiciones que, por relajadas, en Occidente se considerarían irreverentes. También pueden rebautizarse cuantas veces deseen para congraciarse con él, ya que entienden el bautismo como una purificación para iniciar de nuevo su camino espiritual. A veces peregrinan hasta lugares emblemáticos para realizar el rito, llevando siempre un presente para el monasterio o la iglesia.
Recordar, por último, que los etíopes se circuncidan y que el país sigue el calendario juliano, razón por la que van siete años y ocho meses retrasados con respecto al nuestro, el gregoriano. Su primer día del año coincide con nuestro 11 de septiembre y su hora cero, el comienzo del día, con nuestras seis de la mañana.
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Información Lalibela