Fabuloso paisaje surcado por ríos
“Las Hurdes, tierra sin pan”, fue el dramático documental con el que Luís Buñuel -en 1933- mostró al mundo la infinita marginación de este agreste rincón de Extremadura.
El tiempo no han pasado en vano y los hurdanos han mejorado extraordinariamente su calidad de vida. Sin embargo, el fabuloso paisaje surcado por ríos y meandros sigue destilando la humildad de una tierra bella, pero eternamente rigurosa.
En el panorama desolado, sombreado por castaños y florecido de cerezos en primavera, los pequeños pueblos-alquerías que aún quedan habitados y los que, abandonados, se desmoronan lentamente, son manchas oscuras entre los riscos. Y es que están construidos con lo que sobra en Las Hurdes: Pizarra. Laja sobre laja, encimadas unas sobre la otra, los hurdanos las han usado desde siempre para levantar sus casitas bajas y minúsculas.
Las Hurdes Bajas regala innumerables senderos de fácil recorrido, aunque nada se compara a adentrarse en la naturaleza silenciosa que rodea a las conmovedoras alquerías de Avellanar, Horcajo y Aldehuela. Y qué decir de Ovejuela... Apartado del mundo, el pueblo más antiguo de Las Hurdes cuenta historias de dolores y enormes penurias. Sin embargo, hoy sus casitas negras resultan enternecedoras. El lugar es idílico. El río Ovejuela atraviesa el caserío y cerca, más allá de las ruinas de un antiguo convento, el río Ángeles canta desde sus preciosas cascadas.


