La pequeña Italia
No se si puedo considerarme un purista de los viajes, pero cuando visité Little Italy esperaba encontrar un barrio más grande, más puro, al estilo de lo que a lo largo de mi vida había visto en las películas.
Lo que percibí fue un par de manzanas de casas, un poco descafeinadas que daban a entender que los que vivían allí ya no eran esos descendientes de inmigrantes italianos que fueron llegando a cuentagotas o a mares a lo largo de los siglos.
Martin Scorsese creó un imaginario en mí que no era el que yo veía. Él no reflejó el éxodo que durante la segunda mitad del siglo XX hizo que la mayoría de sus residentes se trasladaran a Brooklyn, ni el nacimiento de Nolita ( Norte de Little Italy), donde como setas han ido surgiendo tiendas de moda, panaderías y restaurantes que parecen decorados de cine para aquellos nostálgicos del sabor italiano que han paladeado en series y películas.
El barrio es realmente diminuto, absorbido por el siempre creciente Chinatown.
Aún así sobreviven los típicos restaurantes y trattorías con fotografías en los escaparates que recuerdan a las viejas glorias como Al Capone o nuevas estrellas como el Papa Francisco, alguna que otra panadería donde se encuentra la sabrosa focaccia y la centenaria iglesia de San Patricio, que fue sede de la Archidiócesis de Nueva York hasta 1879 cuando cedió el puesto a la catedral de la 5ª Avenida.
Quizá mi visión cambiaría si la visitara en septiembre, en las fiestas de San Genaro, cuando las calles se cierran y los italianos de Nueva York regresan al barrio para desfilar en la procesión junto al santo.
Así que a lo mejor para la próxima..
Quizá