Hay que subir sí o sí.
No valen las excusas de lo largas que pueden ser las colas o los precios -que podrían parecernos abusivos a primera instancia-. Las colas van rápido y los precios asumibles para la experiencia inolvidable que se conseguirá a cambio.
La noria gira con tal parsimonia que apenas se percibe el movimiento y se tiene la sensación constante de encontrarse en un mirador casi inmóvil. Es perfecto para hacer la visita al atardecer, como fue mi caso, y contemplar los cambión en la iluminación del Parlamento, por ejemplo, o los reflejos solares en el Támesis. A mi entender son unas vistas excepcionales que no pueden ser sustituidas por ninguna otra.
Las cápsulas absolutamente acristaladas facilitan una visión global del entorno y la realización de fotografías. Mejor hacer la visita al principio del viaje, ya que se descubren algunos hitos arquitectónicos que quizá se deban tener en cuenta más tarde.

