Una experiencia imprescindible
¡Bim!, ¡Bim!,¡ se acerca un tranvía! Echémonos atrás y esperemos a que se abran las puertas del viejo vagón. Subamos los dos escalones y.. de repente la máquina del tiempo nos hace retroceder 60 años. Nada tiene que ver el venerable y anticuado Bim ( así llamado por los vieneses por el sonido con el que anuncian su llegada, con los modernos pero insípidos vagones de la decada pasada.
Durante el tiempo que dura el trayecto, no cuesta mucho sentirse en la piel de los austriacos que vivían en los 50 y 60, con los asientos duros y resbaladizos, apenas una estructura de metal y chapa.
Hay un secreto que me gustaría compartir: dos asientos en cada vagón son el objeto de deseo de cualquiera que se suba al tranvía. La razón es que debajo de ellos se ubican las estufas que mantienen la temperatura en el interior, ya que al ser muy antiguos no tienen aire acondicionado. La lucha por conseguir esos dos asientos en invierno es casi a muerte. No me extraña, estando a -15º...