A Probar las Mantecadas
Alguna vez escuché que Trujillo potencialmente, era el estado más turístico de Venezuela, pues cada uno de sus rincones tiene un encanto particular y que en general ese aire de población de antaño le otorgaba el encanto de seducir al turista. Amén del problema de su vialidad, ciertamente esta pequeña entidad ofrece una gama de paisajes que se pasean por todos los tonos de verdes, y el camino a Niquitao no es la excepción.
El recorrido desde Boconó a Niquitao, como de media hora, permite al visitante regodearse entre siembras de hortalizas, flores, hombres a caballo, mulas llevando la carga, el verde de las montañas y al final, un pueblito como sacado de las páginas de un libro de historia. De esos de calles angostas, muchas de piedras, casas de techos altos con tejas rojas, envejecidas por el sol, y el lento andar de sus habitantes caminando por el lugar, como si el día tuviera más de 24 horas, o no hubiera algo más importante que hacer, que adornar la hermosa escena. Allí en ese pueblo alumbrado por el sol, aquel turista que busca tranquilidad, realmente la va a encontrar.